Los habitantes de Longyearbyen, un pueblo de Noruega, están obligados a emigrar antes de morir, y acá te contamos la curiosa razón.
En este pueblo de Noruega los habitantes no pueden morir por ley
Nacemos y morimos. Eso es inevitable en cualquier punto del planeta. Sin embargo, en un pequeño pueblo de Noruega, los habitantes tienen prohibido morirse por ley. Sí, por curioso y llamativo que sea, es así y en Millas x el Mundo te contamos todo al respecto.
El pueblo en cuestión es Longyearbyen y sus temperaturas son tan bajas que impiden que los cadáveres se descompongan. Por eso, cuando alguien enferma gravemente en este pueblo, es trasladado a la Noruega continental.
Se trata de una decisión que implementó el gobierno en 1950 y rige estrictamente desde ese momento. Por lo que es correcto asegurar que en Longyearbyen está prohibido por ley fallecer.
Eso sí, la ley noruega permite a los familiares de los fallecidos cremar los cuerpos y esparcir las cenizas en los alrededores de Longyearbyen, pero casi nadie lo hace.
Las bajas temperaturas, una bomba de tiempo
Longyearbyen, Noruega
Longyearbyen es un pueblo situado en la región de Svalbard, donde sus 2.300 habitantes enfrentan temperaturas propias del desierto ártico, llegando a descender de los -30°C.
Con una historia que se remonta al siglo XX, Longyearbyen fue fundado por John Munro Longyear y luego vendido a una empresa minera noruega. La ciudad fue construida para albergar a los trabajadores y sus familias, centrándose en la producción de carbón.
El pueblo donde está prohibido morir, enfrenta un invierno con cuatro meses sin luz solar, mientras que en verano experimentan luz constante durante las 24 horas del día.
En 1998, un equipo de investigadores noruego exhumó varios cuerpos de marineros y encontró en ellos cepas de la célebre gripe española de 1918, una pandemia que diezmó Europa. Los residentes habían estado viviendo con ella sin darse cuenta durante décadas.
Fue entonces cuando el gobierno prohibió los fallecimientos en el territorio. Pero no solo eso, además, las embarazadas deben abandonar la región en el séptimo mes para dar a luz en otras ciudades de Noruega.
Otra de las curiosidades de la ciudad es que no hay ni un solo gato. La ciudad tiene grandes poblaciones de aves del Ártico y los gatos representan una amenaza para ellos. Por ello, están prohibidos. Eso sí, hay muchos renos salvajes que caminan por la ciudad y son muy dóciles.